El universo de las materias primas va mucho más allá de los metales preciosos. Hoy en día, energías, metales industriales, minerales críticos y productos agrícolas ofrecen oportunidades únicas para inversores ávidos de diversificación y protección. Este artículo detalla el contexto macroeconómico hasta 2026, clasifica las familias de commodities y propone estrategias para sacar el máximo partido a cada una.
La evolución de los precios de las materias primas está marcada por inflación persistente en economías desarrolladas y por las tensiones geopolíticas en Oriente Medio y Europa del Este. El Banco Mundial anticipa una caída media del 7% en 2025 y otro 7% en 2026, tras un repunte vinculado a la recuperación postpandemia y a la invasión de Ucrania.
Al mismo tiempo, la «desglobalización» impulsa la geopolización de minerales críticos: países como Estados Unidos, China y miembros de la UE refuerzan sus cadenas de suministro de litio, cobre, níquel y tierras raras. La transición energética, con su voraz demanda de metales para vehículos eléctricos y renovables, añade presión estructural que contrasta con un posible frenazo de la economía mundial.
En 2024, el mercado mantuvo una tendencia alcista por demanda creciente, y para 2025 se prevé un escenario mixto: descenso de precios en algunos sectores, pero función de reserva de valor en otros, especialmente en aquellos vinculados a energías limpias y desarrollo tecnológico.
Cada grupo presenta dinámicas propias y requiere un enfoque de inversión diferenciado. A continuación, analizamos con detalle cada categoría.
La demanda de estos materiales está impulsada por la electrificación, las energías renovables y la industrialización de economías emergentes. A continuación, un resumen de los protagonistas principales:
El cobre sigue siendo una dote de diversificación a mediano plazo, mientras que el níquel y el litio destacan por su vínculo directo con la revolución del vehículo eléctrico. El aluminio y el acero reciben soporte de los costes de carbono en frontera de la UE, y el uranio recupera protagonismo gracias al impulso nuclear.
El petróleo y el gas dominan el 75% de la producción de commodities. Su volatilidad, marcada por recortes de la OPEP+, tensiones geopolíticas y transición hacia energías limpias, exige ojos atentos.
El Brent osciló en 2024 entre 80 y 85 USD/barril, con previsiones de 80-90 USD/barril para 2025. Sin embargo, el aumento de la oferta en EE. UU. y la regulación climática limitan su potencial a largo plazo.
El gas natural, por su parte, podría experimentar una caída de precios en Europa hacia 2026, ante el aumento de suministro de GNL. No obstante, factores climáticos y la dependencia rusa mantienen la volatilidad.
Alimentos y fibras también cobran relevancia ante la inflación persistente y cambios en patrones de consumo. Cereales, oleaginosas, azúcar y café dependen de condiciones climáticas, costes de transporte y políticas agrícolas.
La demanda en emergentes, ligada a la urbanización y al aumento de la demanda proteica, sostiene precios. Sin embargo, las oscilaciones meteorológicas y la guerra en Ucrania generan picos de volatilidad que el inversor debe gestionar con cautela.
Para acceder a este amplio espectro de materias primas, existen varias alternativas:
Es esencial considerar la liquidez, el apalancamiento y los costes de almacenamiento en cada vehículo. Asimismo, una diversificación por tipo de commodity ayuda a mitigar riesgos específicos.
Entre las estrategias recomendadas:
La inversión en materias primas, más allá de los clásicos oro y plata, ofrece un abanico de oportunidades para mejorar la resiliencia y diversificación de la cartera. Comprender los factores que mueven cada mercado y seleccionar adecuadamente los vehículos de acceso será clave para aprovechar el potencial de este dinámico universo.
Referencias