En un entorno de tipos bajos y volatilidad en los mercados, la renta fija privada y no cotizada ha irrumpido como un activo atractivo. Cada vez más inversores buscan equilibrar seguridad y rentabilidad fuera de los canales tradicionales.
La deuda privada consiste en la financiación que obtienen empresas privadas sin cotizar mediante préstamos directos o emisiones de pagarés y bonos no listados en mercados públicos. Desde la perspectiva del inversor, se trata de prestar capital a una empresa a cambio de recibir intereses periódicos y la devolución del principal al vencimiento.
Se articula principalmente a través de:
A diferencia de la deuda pública, emitida por gobiernos con menor riesgo y rendimiento, y de la deuda corporativa cotizada, la privada no se negocia en mercados regulados, lo que implica prima de iliquidez y riesgo adicional para el inversor.
La deuda privada se ha convertido en una fuente vital de liquidez para compañías que no acuden al crédito bancario tradicional o al mercado de bonos. Instituciones como fondos de pensiones, aseguradoras y gestores de activos han elevado su asignación a activos privados en busca de mejores rentabilidades ante los tipos bajos y la inflación.
En España, la deuda privada total (hogares y empresas) alcanzó aproximadamente el 138,3% del PIB a finales de 2021, lo que ilustra su peso en la economía nacional.
La deuda privada suele ofrecer cupones superiores a los productos de renta fija tradicional por varios motivos:
Además, muchos préstamos de deuda privada son a tipo variable, referenciados a índices como el Euríbor, lo que permite protección parcial frente a la inflación y aprovechar subidas de tipos en el futuro.
La rentabilidad ajustada al riesgo se consigue combinando un análisis exhaustivo de crédito con cláusulas que incluyen garantías sobre activos de la empresa prestataria.
El inversor particular puede acceder a la deuda privada principalmente a través de:
1. Fondos de inversión especializados que agrupan capital de múltiples inversores y diversifican en varias emisiones.
2. Plataformas de financiación participativa (crowdlending) que facilitan el acceso a préstamos directos a pymes.
3. Vehículos de inversión cerrados o fondos cotizados (ETFs) focalizados en deuda privada.
Cada vía ofrece distintos niveles de diversificación, tamaño mínimo de inversión y estructura de comisiones. Es esencial revisar el prospecto y la estrategia de inversión antes de comprometer capital.
La deuda privada es adecuada para inversores con:
En comparación, un inversor conservador podría preferir bonos gubernamentales, mientras que uno más agresivo opta por renta variable. La deuda privada se sitúa en un punto intermedio, aportando ingresos recurrentes con menor volatilidad que la bolsa.
La deuda privada emerge como una alternativa rentable y diversificadora para inversores dispuestos a asumir un riesgo de crédito moderado y cierta iliquidez. Ofrece cupones atractivos, protección parcial en entornos de tipos al alza y la posibilidad de estructurar préstamos con garantías colaterales. Sin embargo, es fundamental realizar un análisis riguroso del emisor, diversificar adecuadamente y comprender la naturaleza de estos instrumentos antes de incorporarlos a la cartera.
Referencias